domingo, 14 de agosto de 2016

Aprendiendo a ganar

Todo lo que tú hagas, lo que exijas, lo que digas, la respuesta que des, la comprensión y empatía con que actúes, todos y cada uno de los pensamientos y actos de tu vida, son responsabilidad tuya. Cómo me afecten a mí, es mi responsabilidad.
En la medida en que yo deje que me afecten, deje que me desequilibren, deje que alteren mi bienestar emocional, yo habré perdido.
Habré perdido porque habré vuelto a dejar que las actitudes ajenas influyan en mi estabilidad, que depende única y exclusivamente de mí, y te habré dado un lugar, una importancia mayor que la que te correspondan, porque esa capacidad de alterar mi serenidad, o la búsqueda de ella, es algo que sólo debe corresponderme a mí.
En el momento en que dejo que tus actitudes me afecten, estoy cediendo un terreno que no quiero volver a entregar a nadie, que me pertenece en exclusiva. La respuesta es mucho más sencilla, aunque mucho más difícil de llevar a la práctica: si no me gustan tus actitudes, me alejo. Todo lo que te cause dolor, todo lo que no sume, hay que dejarlo de lado. La gente no va a cambiar, no van a variar sus conductas, sus actos, seguirán mirando la vida desde su egoísmo; me resulta mucho más sencillo cambiar yo y soltar a intentar hacer ver mi verdad, (que no la Verdad, sólo mi verdad). En la medida en que dejo en manos de otros la capacidad de afectarme, estoy renunciando a mi libertad de decidir, de priorizar, estoy asumiendo responsabilidades que no me corresponden y cargando con  cosas ajenas que lo único que hacen es ralentizar mi camino.
Ya no me apetece atrincherarme en mi posición y gastarme las energías en defender una verdad que, como todas, seguramente tenga un montón de matices. Me resulta mucho más sencillo, menos agotador, seguir avanzando a mi ritmo y mantener mi equilibrio, mi paz, a salvo de manipulaciones ajenas. Así, solamente yo decido en qué y cómo gasto mis energías y, sobre todo, no le doy a nadie la capacidad de alterarme más de lo que yo consienta.
Lo sé, es difícil…sí, mucho más que romperse la cara gritando y tú más!!! Eso es lo sencillo, dejarse alterar por las actitudes ajenas y sin embargo, he decidido y comprobado, que la opción de soltar y no dar ese poder a nadie, es mucho más satisfactoria a la larga.
Han sido muchos años de luchas sin sentido, de dejar que el ego gane y se parta la cara en demostrar que tiene razón, de berrinches y nervios sin sentido, para llegar a entender que es mucho más efectivo, mucho más sano al menos para mí, encogerme de hombros, respirar conscientemente y recordar que cómo me afecten las actitudes ajenas depende solamente de mí. Aprender a decir “la perra gorda para ti” me ha llevado mucho tiempo, pero ya no me consumo en intentar hacer ver algunas cosas, porque al fin y al cabo, todos y digo todos, vemos las cosas como queremos o cómo podemos o como tenemos a bien entender.
Aquellas palabras de nuestras madres cuando éramos pequeños “no ofende quien quiere, sino quien puede”, las fuimos olvidando por el camino y sin embargo, cuando aprendes a recuperarlas y no dejar que te afecten los actos de los demás, sino tu respuesta a ellos, te das cuenta de que todo era mucho más sencillo y era necesaria mucha menos guerra de la que hasta hoy has tenido.

Ya no mas peleas.  
Aprende a soltar y ganaras.

Hay muy pocas cosas por las que yo estoy dispuesta ya a pelear en esta vida, muchas veces la respuesta no es partirse la cara en el intento, muchas veces la respuesta es mucho más sencilla, y cuando empiezas a priorizar y hacerte responsable de tu propia felicidad y no darle a los demás el poder de afectarte en ella, es posible que te llamen egoísta…ya, pero yo me pregunto ¿es que alguien se va a ocupar de mi felicidad? No, esa sí es una responsabilidad que me corresponde a mí…la felicidad es la actitud con la que viajas por tu camino y yo no sé si camino en la dirección adecuada, pero sé que voy disfrutando del mismo, que a la definitiva es lo que cuenta…por lo tanto, ¿crees que puedo dejar que me afecte lo que hagas? Sería darte un poder que sólo me pertenece a mí…

Lo que digas, lo que hagas, es tu responsabilidad y yo no pienso hacerme cargo de ella. Asumiré la mía: valorar hasta dónde y cómo me afecta lo que tú hagas, soltar si es necesario y disfrutar del camino en santa paz.  
¿ Y al final sabes quien gana? El que suelta la cuerda por que el otro cae...